miércoles, 11 de junio de 2014

COLUMNA DE OPINION.EL FUTBOL NO ACABA NUNCA




“Uno de los encantos del fútbol es la democracia de los goles, pues tiene el mismo valor uno de sueño que otro metido con el culo”  (Ramiro Pinilla, novelista)

Ha terminado la temporada de clubes. En unos días comienza el Mundial. El fútbol no acaba nunca. De eso hablábamos el otro día en una reunión informal con amigos, cuando uno de ellos me conminó a que escribiera un artículo sobre el deporte rey fuera del profesionalismo, el que practicamos los aficionados. Buena idea, le dije. Me dejó cavilando. ¿Sería capaz de hacerlo sin repetir convencionalismos ni tópicos? Y llegó la inspiración. Fui a lo fácil. Pensé en él y en sus compañeros.

A sus años habían decidido bajar un peldaño, no ya por la edad y su menguante capacidad física, no. El motivo era que el grupo se iba reduciendo y era una  quimera encontrar veintidós hombres un domingo por la mañana, así que desde hacía unos años se pasaron al tan de moda fútbol siete. De esa forma con catorce valientes se podía formar dos equipos. Al principio, los partidos se iniciaban con ocho en cada bando, aunque rara vez no había  algún lesionado.

Era un grupo de soñadores, muchos de ellos orondos y barrigudos, que no envejecían, eran incansables y pensaban que su generación nunca dejaría de jugar al balompié. No les bastaba con disertar sobre alineaciones de los grandes equipos a los que últimamente se había añadido su renacido Málaga.

Eran hombres con un afán anticuado de olvidarse las espinilleras, al estilo Gordillo, o por el contrario (la otra facción) calzarse las medias hasta las rodillas, la mayoría roídas por el tiempo y los numerosos partidos de años de camaradería. De recuerdos de juventud y madurez, que daban vueltas alrededor del campo a velocidad de crucero, pocos nudos pero constantes, bajo la mirada atenta de unos hijos ya adolescentes, e incluso algunos, ya nietos, que contemplaban con admiración a sus abuelos atléticos.

El sueño de aquellos años en los que la mayoría compitieron en Regionales y, algunos,  en Tercera o en Segunda B, sobre campos de albero, en pueblos perdidos en la geografía andaluza ante públicos bullangueros y belicosos se transforma en una dócil realidad de la que disfrutan por el mero hecho de poder jugar a su deporte favorito. Y, eso sí, terminar con la consabida cerveza pospartido que a veces se enlaza con la paella familiar. 

Ahora espero que, al menos, mi amigo lea esta columna y vea como también él y sus compañeros puedan ser protagonistas si se ven reflejados en estas líneas.



                Antonio Villalba Moreno

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