Los museos, las papelerías, la contemplación del horizonte en un amanecer
en la playa, la mirada sonriente de mi mujer, la risa espontánea de
mis hijos, el sol, las ventanas abiertas al aire de levante en un día de
verano, un buen paseo en bicicleta. Son cosas que me producen calma y sosiego.
Pero de todas las cosas son los libros los que me producen mayor placer;
tocarlos cuando los estoy leyendo, me tranquiliza. Los libros que leo, los
libros en las estanterías que brindan su olor característico y su geometría
perfecta, ofreciéndose como motivos de conocimiento, de conversación o de
placer. Los libros en las bibliotecas, esos libros ya leídos que han conversado
con tanta gente que se han intercambiado vivencias entre libro y lector; los
libros ¡Qué maravilla!
He de confesar sentir cierta complicidad encubierta hacia las personas que
aun no conociéndolas de una manera intensa, confiesan su hábito lector, esto me
predispone a creer que son por lo general personas curiosas con ganas de
conocer y de aprender, normalmente esto es así. Y tiendo a pensar que las personas
que no tienen el hábito lector, pudiera ser debido a que no se han encontrado
el libro adecuado que le despierte ese duende dormido, como a mí me ocurrió con
Demian de Hermann Hesse.
Dejando aparte mi debilidad hacia la forma física, lo verdaderamente
importante es su contenido y no el soporte físico en el que se pueden adquirir.
Llegará un momento en que convivan varias formas de libros, y aunque, a mí
manera de entender, las sensaciones físicas de un libro impreso no lo aporta el
libro digital, en diversas circunstancias, el tenerlos digitalmente almacenados
contribuye al ahorro de espacio y facilita su accesibilidad. Mi creencia es que
están condenados a entenderse. Lo que espero que no cambie nunca es la
impresión que deja el libro en la persona que lo lee: el estar hablando
reposadamente con un interlocutor que o sabe más o lo está diciendo de modo que
alimenta tu propio intelecto, tu capacidad para conversar o tu ansia de
conocimiento. En mi caso, un libro siempre; o varios: cuando viajo, en la casa,
en el baño, en la mesita de noche. Mi premisa: leer para alimentar mi
curiosidad vital. Algunos sabios dicen que leer es beneficioso para la salud
mental y física. En todos los casos; siempre sirve para contrastar, para mirar
desde otra perspectiva sobre lo que nos parece saber o creemos que sabemos con
seguridad.
Y aunque parezca un tópico, en ellos se encuentra siempre un pequeño
tesoro, y por nimio que parezca nos revelará algo diferente y distinto en cada
caso.
Desde esta humilde atalaya y dejando aparte sus efluvios beneficiosos, la
lectura es la única adicción que me atrevería a aconsejar y sugerir. Nunca es
tarde para engancharse e incitar a otros a ello. Me confieso gran incitador de
este propósito.
Para terminar deseo hacer mia la frase de Jorge Luis Borges cuando dijo:
“Siempre imaginé que el Paraíso sería algún tipo de Biblioteca”.
En verdad, para los que nos sentimos estigmados por la lectura podría ser
un buen lugar para pasar la eternidad.
José Cabrera Villalba
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