Ni es una exposición en un museo ni un museo adaptado a su exposición. Sencillamente se trata de "una colección museable". Las más de 100 piezas que Diego Santos exhibe hasta el 7 de febrero en el Museo del Patrimonio Municipal (Mupam) han obligado al artista a, prácticamente, vaciar su casa. De ahí que antes que una retrospectiva de los más de 30 años dedicados al arte y al coleccionismo Museum in the mirror se erija como "un collage expandido en el que todo al final tiene un unidad".
Desde su primera pieza artística realizada cuando Diego Santos tan sólo tenía 21 años, hasta las elaboradas ex profeso para esta muestra, la antológica permite recorrer por primera vez entre pinturas, esculturas, dibujos, objetos y fotografías, la vida profesional de un creador que juega con los géneros y reinventa su propio universo artístico. "Parto de lo encontrado en un anticuario, tienda de barrio o en la propia calle y le cambio el sentido, el lenguaje hasta convertirlo en una pieza de arte", resume el protagonista de esta muestra.
Junto a reproducciones de piezas de Matisse, Brancusi, Giacometti, Picasso, Gris, Duchamp, Dalí, Magritte, Cocteau, Kandinsky ó Miró, Santos cuelga su propia reinvención con idea de completar el homenaje a sus maestros. "Trabajo con muchos autores pero, en el fondo, es una pieza única, un museo personal", reconoce el artista.
Como explica Tecla Lumbreras, comisaria de la exposición, Museum in the mirror se distribuye siguiendo "los elementos propios del arte". Así, en la planta baja, Santos evoca la fascinación de Matisse por el color, "El Matisse de Niza y que él lo ha ligado con la Costa del Sol de los 50", matiza Lumbreras para referirse a ejemplos como las amebas que ocupan la serie de maceteros gigantes que presiden la muestra.
"Diego hace lo que decía Picasso. Un pintor es un coleccionista que quiere crear una colección haciendo él mismo los cuadros que le gustan de otros", reproduce la comisaria. En esa misma línea, la simplificación de formas que defendieron artistas como Giacometti y Brancusi se refleja en la sección que Santos dedica "al amor de las vanguardias por la cultura africana", recuerda Lumbreras.
Ya en la segunda planta Picasso y los cubistas reciben su homenaje con Trazos y ensamblajes, que tiene como punto de partida la recreación que Santos hace, a modo de instalación con materiales de desecho de Los bañistas. Le siguen 57 litografías y 20 heliograbados procedentes de la revista Verve, creada por Tériada en 1937 (con cubiertas dibujadas por el propio Picasso) en la que colaboraron artistas y fotógrafos de la talla de Erwin Blumenfeld, Man Ray ó Brassaï.
Los últimos pasos de esta singular exposición se detienen en los juegos con el surrealismo. "Con objetos sin valor creo una escenografía", detalla. Así, los ensoñaciones del movimiento a través de símbolos como relojes, peines, hormigas, huevos y relojes evocan la huella de Dalí, Magritte o o el mismo Cocteau. La serie de fotografías intervenidas con evidente contenido sexual "propio de los dadaístas" completan el periplo de Diego Santos por el arte menos complaciente.
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