“Y yo ataco aquí
violentamente a los que solamente hablan de reivindicaciones económicas, sin
nombrar jamás las reivindicaciones culturales, que es lo que los pueblos piden
a gritos. Bien está que todos los hombre coman, pero que todos los hombres
sepan”, nos recuerda el inmortal poeta andaluz Federico García Lorca. ¿Es el
pensamiento una peligrosa enfermedad mental? La respuesta a esta reflexión la
encontré escrita en un muro: “la locura es un placer que sólo los locos
conocemos”. Y como loco acreditado me dirijo a ustedes en un mundo en el que
los “cuerdos” han dicho que no iban a subir los impuestos y los suben, que no
iban a abaratar el despido, y lo abaratan, que no iban a hacer recortes
sociales, y los hacen, que no iban a tocar ni la sanidad ni la educación, y las
pasan por la guillotina, que no iban a hacer ninguna amnistía fiscal, y
perdonan casi el 90% de lo defraudado a los que no han pagado los impuestos.
Pero, como, al parecer, dijo una reina francesa, cuando le informaron que el
pueblo carecía de harina y trigo para preparar pan, “si no tienen pan, que
coman pasteles”.
Antes de que mi discurso les incite
al suicidio o, en su caso, a la tentación de invadir Polonia, como le sucede a
Woody Allen cuando escucha música de Richard Wagner, me calzaré unos botines,
me ceñiré una elegante levita y ocultaré mi alopecia con una exuberante peluca
blanca, plagada de lazos y tirabuzones. No me estoy preparando para subirme a
una carroza del “Día del Orgullo Gay”, sino para enarbolar la bandera de las
artes y las humanidades de la mano de la filósofa norteamericana Martha
Nussbaum, como hicieran en su día los autores y seguidores de la Enciclopedia.
Mi amigo Juan Jesús Ojeda Abolafia, profesor de Filosofía del IES Santa Bárbara
de Málaga y compañero de fatigas en la Asociación Andaluza de Filosofía es el
auténtico responsable de esta reflexión y de que los filósofos andaluces le
enviáramos al Ministro de Educación José Ignacio Wert un ejemplar de Sin fines
de lucro. Por qué la democracia necesita de las humanidades, obra de la
filósofa citada anteriormente. Mi amigo Juan Jesús es un lujo para la
Filosofía, un polemista y trabajador infatigable que es capaz de extraviar, en
el fragor de la batalla dialéctica, simultáneamente, las llaves del coche, la
cartera y el móvil varias veces en la misma noche jerezana, un prestidigitador
de conexiones ontológicas y un amante apasionado del arte, del arte del “buen
yantar”, maestro de la conversación, la sonrisa y de las bellas artes por
doquier. Es un secreto a voces que para Nietzsche, mi amigo Juan Jesús, mi hijo
Hermes y un servidor, la vida sin música no tiene sentido. Tal vez estemos un
poco locos, digo yo.
Cercenando las materias y estudios
universitarios relacionados con las artes y las humanidades y el aspecto
humanístico de las ciencias, ornamentos inútiles para los que diseñan las
políticas educativas (no sé si saben que el primer borrador de la LOMCE fue
encargado a un grupo de economistas), dentro de pocos años nos encontraremos
con una generación de “máquinas utilitarias”, dispuestas a competir en el
mercado global del enfermo capitalismo, en lugar de ciudadanos autónomos y
críticos capaces de superar las estrecheces nacionalistas en aras de una
cultura internacional y la solidaridad con las dificultades de nuestros
semejantes. Como afirma Martha Nussbaum, “la educación nos prepara no sólo para
la ciudadanía, sino también para el trabajo y, sobre todo, para darle sentido a
nuestra vida”. Y aquí tienen mucho que decir las vituperadas humanidades, una
de las llamas más fieles que contribuyen a que la democracia se mantenga con
vida sin tragar las aguas fecales de la corrupción. “Si no insistimos en la
importancia fundamental de las artes y las humanidades, éstas desaparecerán,
porque no sirven para ganar dinero”, afirma Nussbaum.
Seguramente porque estoy un poco
loco, no me resigno a vivir entre humanos con una sólida formación técnica,
pero con la imaginación atrofiada y obtusa, con una incapacidad paralizante
para criticar a la autoridad, “alimentando las fuerzas que impulsan la
violencia y la deshumanización, en lugar de alimentar las fuerzas que impulsan
la cultura de la igualdad y el respeto”. Seguramente porque estoy un poco loco
voy a salir a comprar el pan a la tienda de mi amigo Paco y me olvidaré de los
pasteles de María Antonieta, de la repugnante enfermedad que nos ha inoculado
el capitalismo triunfante y su desprecio a la inteligencia, al tiempo que
saboreo en este otoño tardío, las palabras de Federico: “bien está que todos
los hombre coman, pero que todos los hombres sepan”.
Rafael Guardiola
3 comentarios:
Magnifico articulo Sr. Lisensiado,jeje,...aprovechalo y mandalo a los lumbreras del gobierno,aunque dudo,si supieran o supiesen leer algunos de los individuos/as,sepan interpretar esta magnifica reflexion....como bien dejas patente,pensaran que son cosas de locos y romanticos
Está muy bien este artículo y comparto su opinión, el afán por un progreso rápido nos va a llevar a un retroceso seguro.
También veo que ese afán de progreso es en realidad un disfraz que tiene puesto la intención de adoctrinamiento por parte de nuestro gobierno a generaciones venideras.
La búsqueda de la censura que está llevando acabo aún se puede parar, y hemos de luchar por ello, pues sería de bobos perder en unos años lo que tantos siglos nos ha costado conseguir, y aunque ahora se infravalore, hay que proteger este derecho. !Que es nuestra libertad de expresión!
Como alumno suyo que fui y gran amante de las artes, las humanidades, el respeto, el pensamiento y, sobretodo la música no puedo más que decir Amén.
Nos toca reprimir ese sentimiento de violencia a la fuerza y cerrar los puños pensando que aún se le puede dar voz al pensamiento y a la inteligencia porque no todo en este mundo es dinero OSTIAS!
Un saludo del vocalista del grupo local Tarifa Plana, Luismi Grayonay
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