miércoles, 27 de noviembre de 2013

COLUMNA DE OPINION.EL PARQUE CALCINADO



Cuando tienes la posibilidad de escribir un artículo de opinión se acumulan las ideas en tu cabeza. Vas eliminando en función de la actualidad y del interés para intentar redactar unas palabras lo más interesantes posible. Pero la subjetivad puede cegarte y pensar que un tema merece la pena y sin embargo el lector opinar lo contrario. En esta ocasión, al menos pienso que, a nosotros los churrianeros, nos incumbe, y mucho, el tema de hoy.

A principios de mes me dirigía a desayunar, cuando un compañero me comentó que si había visto la noticia del parque quemado en Churriana. No había leído la prensa aún y supuse que se trataría de alguna papelera, o que habían destrozado un banco o uno de los columpios por los típicos gamberros que, de vez en cuando, amparados en el anonimato y como costumbre “simpática” en sus ociosas noches, de forma grupal demuestran su valentía sabiéndose impunes, incluso si son cogidos en el acto de vandalismo.

Al ver en los periódicos la foto del destrozo en La Noria me indigné como lo habría hecho cualquier persona civilizada. Habían incendiado prácticamente la totalidad del parque. Además pude leer que la destrucción de gran parte de las instalaciones ascendían a casi treinta y tres mil euros.  Por ese incivismo de unos pocos han dejado, hasta quién sabe cuándo,  sin sus ratos de ocio a los pequeños porque, con los tiempos que corren, no sabemos cuando volverán a reparar el parque. Los impuestos que nos acribillan deben gastarse en sitios que, por lo menos, duren, que se amorticen. ¡Por Dios!, en qué piensan estos señores (si se puede utilizar este término).

No se trata de comparar, porque no solo existen estos bárbaros en nuestro entorno, todos sabemos y tenemos ejemplos de la bondad y ciudadanía que, afortunadamente, existe. De hecho, los propios vecinos intentaron apagar el fuego con los pocos medios que disponían. Pero al final, lo haces, comparas. Recuerdo el viaje que hice hace tres años por Noruega gracias a un matrimonio amigo que nos preparó a cuatro malagueños una ruta por su país.

Pues bien, una de las tardes paseábamos por Forde, típico pueblo noruego con casitas pequeñas, bonito y tranquilo cercano al glaciar Briksdal. Había dejado de llover; el cielo aún estaba cubierto; era una tarde encapotada sin viento, algo fresca.. Nos encontramos un parque infantil , totalmente desierto. Eran las diez de la noche, aún había luz en el julio escandinavo, la imagen solitaria de aquel lugar, unida a la sensación placentera del viaje tan especial que estábamos disfrutando nos reflejaba un momento encantador. Nos sorprendimos de la calidad de los materiales, que estaban intactos, pero es que además de los toboganes, los columpios, balancines y juegos de muelle, había un montón de juguetes esparcidos por el recinto: tractores, triciclos y juegos de madera.

Nuestro comentario inmediato al verlo fue que en España no durarían ni una noche. En el momento que el Ayuntamiento los colocara desaparecerían por arte de magia. Y ahora, he recordado aquel día, en aquel parque para llegar a la conclusión de que aún nos queda camino que recorrer hacia ese civismo: la imagen del parque quemado y la diferencia con el de Noruega, incólume, completo. Nos hace falta educación y, precisamente, quien tiene que recibirla son los más reacios a ello, pero eso es ya otro tema.

Antonio Villalba Moreno

No hay comentarios: