La reacción es instintiva. Casi automática. Los conductores
pisan el freno al unísono para adecuar la velocidad del coche a la que permite
el radar. Cuando el cuentakilómetros marca 80, pasan tranquilamente y vuelven a
acelerar. Solo unos pocos incautos, los que no conocen la zona y tampoco han
visto la señal, siguen a velocidad de crucero y se dan cuenta demasiado tarde
del flash.
La escena se repite en cualquier punto de control de
velocidad que lleve demasiado tiempo instalado en el mismo lugar, una vez que
la población se ha acostumbrado a él. La Dirección General de Tráfico (DGT)
sabe que su red de radares, transcurrido un tiempo, dejan de ser útiles para
combatir la siniestralidad e incluso acaban convirtiéndose en un peligro debido
al hábito adquirido por los conductores de frenar en seco y acelerar justo
después de pasar por ellos.
Por eso, la DGT ha emprendido un estudio del mapa de
cinemómetros que tiene repartidos por la provincia para comprobar su eficacia.
Según los primeros datos analizados, aproximadamente un tercio de los 16
radares (entre fijos y móviles) de la red viaria malagueña se trasladarán a
otros puntos para evitar el 'efecto frenazo' que provocan cuando dejan de ser
eficaces y, al mismo tiempo, frenar la siniestralidad y mejorar la circulación.
En cualquier caso, seguirán estando señalizados.
«La idea es reubicar algunos en otros puntos donde se
producen accidentes que, a su vez, generan grandes atascos», según explica la
jefa provincial de Tráfico, Trinidad Hernández. El primero de ellos es ya
inminente. La DGT está trabajando en un proyecto para instalar dos radares de
tramo –uno por sentido– en la autovía de Las Pedrizas, una petición expresa del
Ministerio de Fomento, que ha solicitado a Tráfico que tome medidas para
«controlar» los grandes atascos que suelen producirse en esta carretera, sobre
todo en verano.
Zona de los túneles
La intención de la DGT es que entren en funcionamiento antes
de finales de año. Previsiblemente, se ubicarán en la zona de los túneles de
Casabermeja, un tramo donde los accidentes suelen traducirse en importantes
caravanas. El último ejemplo, sin ir más lejos, se produjo el domingo. Un
alcance entre dos coches en el Alto de Las Pedrizas causó 12 kilómetros de
retenciones, que se extendieron precisamente hasta los túneles.
Según las previsiones de Tráfico, para el proyecto A-45 se
podrían aprovechar los dos radares fijos que se han retirado en la N-340 a su
paso por la localidad de Mijas, que estaban en el faro de Calaburras (sentido
Cádiz) y en La Cala (hacia Málaga). En su lugar, se han instalado allí sendos
radares de tramo entre el faro y La Cala, de manera que controlan unos cuatro
kilómetros del trazado.
Aunque estos dispositivos se inauguraron el 28 de junio, se
dejó un periodo de prueba que concluía a principios de este mes. Hasta ahora,
la DGT no ha denunciado a los usuarios que han sido sorprendidos por encima del
límite de velocidad, que es 80 kilómetros por hora; simplemente se les ha
enviado una carta a su domicilio en la que se les informa de la infracción y se
les advierte de que, en el futuro, podrán ser multados. Desde que se activaron,
los radares de tramo de Mijas han cazado a más de siete mil conductores –el 20%
de los controlados– que superaban el máximo establecido para ese tramo de la
vía, que es de 80 kilómetros por hora. A partir de ahora, las fotos sí
acarrearán expediente sancionador.
Otro de los radares que están en estudio es el de la autovía
A-7 a su paso por la barriada malagueña de El Palo, en el kilómetro 246 de la
ronda este, en sentido Almería. Aunque es el que impone el mayor número de
denuncias en términos absolutos, la tasa de infractores respecto al total de
usuarios apenas llega al 3%, lo que demuestra la pérdida de eficacia, ya que
los conductores están muy familiarizados con él y frenan en seco al pasar bajo
el pórtico en el que está instalado.
El emplazamiento al que pueden mudarse también está sujeto a
análisis. Y la elección no es sencilla. «Primero hay que estudiar las
condiciones técnicas de la vía», afirma Trinidad Hernández. «Para poner uno
–prosigue– en la segunda ronda, por ejemplo, habría que acometer primero un
proyecto e instalar la fibra óptica, paneles variables… Y, cuando tuviéramos
todo eso, que cuesta millones de euros, instalar el radar».
En época de sequía económica, la opción más factible es
situarlos en carreteras que dispongan de estas instalaciones con el fin de
ahorrar presupuesto.
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