FIRMA INVITADA:EL CURA PACO

Paco, Francisco Ruiz Salinas, es -era- alguien que se nos va. Dice el maestro Alcántara que hay gente "que se muere y gente que se nos muere". El cura Paco es de éstos. A media mañana, con calor de julio, en un rincón del cementerio de Mollina, su pueblo, dejamos a Paco bajo la madre tierra.

Era una mañana con sabor a poema de Juan Ramón, una mañana de cielo azul y viento cálido; de árboles donde cantaban los pájaros, y de amigos con nudos apretados en la garganta. Era una mañana de silencios largos y profundos sólo rotos por los cantos religiosos.

Lo conozco desde hace más de cincuenta años. El cura Paco es (me resisto al pretérito imperfecto) un hombre poliédrico. Pero no por las aristas, sino por su entrega y generosidad, de mucha generosidad, y alguna más, para cuantos se han acercado a él.

Pateó los campos de Álora. Eran tiempos de misionero rural. Supo de crecidas de arroyos y de incomprensiones de propios y extraños; vivió la pobreza del evangelio desde la discreción, y muy pocos supieron de "la soledad del hombre solo" apoyado en lo inquebrantable de su fe.

Se sacó de la manga el 'Santa María de Flores' y parte de la juventud, a través del fútbol, conoció del valor de la amistad; inquieto en épocas de cambio, hurgó en el mundo cooperativo; preocupado por la situación social, creó el Patronato de Flores; llevó la autenticidad en eso, que de manera eufemística, se llama pastoral penitenciaria y, en el fondo, no es más que aportar humanidad y fe a los que, privados del don más grande que tienen los hombres, la libertad, penan tras las tapias de la cárcel.

A Paco Ruiz Salinas le cuadran los versos de San Juan de la Cruz: "Mil gracias derramando / pasó por estos sotos con presura / y llenándolos mirando / con sola su figura / vestidos los dejó de su hermosura". O, como alguien dijo: "Don Francisco fue una institución en Álora". Amén.