La filósofa manchega Oliva Sabuco, nacida en Albacete en 1562, defensora de la armonía del cosmos y de la íntima relación entre ocio y salud, nos previene contra el daño que nos provoca la “vista de cosas sucias o sanguinolentas (…) o ver matar animales, u hombres, o ver cosa sin razón”. Nos aconseja asimismo hacer uso de colores claros, porque “dan alegría”, y arremete contra la costumbre española de la época de vestir de negro, a imitación del austero Felipe II. Espero que nuestra juventud tenga la posibilidad de vivir, en breve, en un mundo menos oscuro, que les abra sus puertas con la esperanza y la ilusión debidas, y que para ello, no tenga que entrar en un quirófano como un paciente aquejado de una difícil dolencia social. Se trata, simplemente, de disfrutar a pierna suelta de nuestra excelencia aristotélica. Lo malo es que, siendo realista, no se me ocurre cómo (porque yo, como le pasa a Oliva Sabuco, todavía no le he cogido el gustillo a, pongamos el caso, matar hombres o cosas semejantes) y no me gustaría caer en brazos del conformismo, la autocomplacencia o el victimismo, convenientemente sedado en una realidad virtual al uso. Menos mal que los políticos piensan por nosotros, estarán pensando. Tal vez, por eso afirma Freud que “la más clara prueba de que existe vida inteligente en otros planetas, es que aún no han venido a visitarnos”. Ahora, con su permiso, voy a hacer una de las cosas que más me gustan: hablar de mí y mis contrastadas virtudes.
El día de mi cumpleaños, allá
por 2012, mis compañeros tuvieron a bien regalarme, entre otras cosas notables,
una chistera de mago, ante la atenta mirada de algunos de sus descendientes.
Niños y niñas me obsequiaron con su sonrisa más amplia y, sobre todo, me
contagiaron su vitalidad desbordante durante unas horas. Yo creo que esperaban
que hiciese algún truco espectacular, al verme tan dispuesto, con mi peluca
azul y mi roja nariz de payaso aficionado. Y no es para menos: cumplía la
friolera de cincuenta años, y me gusta pensar que el público infantil me sintió
entonces como algo cercano, como una especie de chuchería parlante. Una parte
considerable de mi vida, en concreto, diecinueve años, he tenido el honor de
ser profesor del IES Jacaranda de Churriana y, tal y como están las cosas,
espero poder seguir siéndolo durante mucho tiempo, aunque sea con dentadura
postiza, sonda y audífono en ristre, si no me “recortan” definitivamente.
La reciente celebración, el
pasado 21 de noviembre, del día mundial de la Filosofía, un día después de la
derrota del pensamiento a manos de la LOMCE en el Senado español, ha movido mi
sistema límbico y me ha dejado ora en manos de la melancolía, ora en brazos de
la gratitud y la alegría. Y es que soy consciente de que el alumnado con el que
he compartido mi existencia durante tantas horas, desde 1985, en Madrid, Palma
de Mallorca y Churriana, me ha regalado habitualmente, como los niños en la
celebración de mi cumpleaños, su sonrisa y su vitalidad, a pesar de la dureza
de los ritos iniciáticos filosóficos a los que les he sometido sin piedad
alguna, como corresponde al “superhombre” bien temperado, y por ello les doy
las gracias. Gracias por su alegría, por su curiosidad, por su generosidad, por
su predisposición al placer, por su simpatía y respeto, por su confianza, y por
su amistad, aunque no haya sido capaz de hacer en clase ningún truco memorable,
salvo degustar, a mi juicio, dos de los alimentos esenciales de la educación:
la pasión por el amor y el humor. Gracias también a mis compañeros y compañeras
por hacerme creer, no pocas veces, que tengo poderes mágicos, como hizo hace un
tiempo mi suegra, al verme tan solícito ante sus peticiones.
Me conformo con
seguir la estela de pensadores de la sospecha como Nieztsche, Marx, Freud o
Wittgenstein, y no perder mi chistera en el intento
Rafael Guardiola Iranzo
2 comentarios:
Una fuente de sabiduria, de pasión por su profesión, de buen humor y de buena gente....ésos son su trucos profesor.
Un abrazo.
Gracias a ti por descubrirnos una asignatura que probablemente con otro docente no hubiera sido tan apasionante. Por habernos escuchado siempre, y hacernos sentir medianamente adultos en una edad complicada.... en fin, gracias por ser como eres. Sigue así.
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