jueves, 3 de octubre de 2013

FIRMA INVITADA.REFLEXIONES DESDE EL JURASICO:LA VUELTA AL COLE



“El buen sentido”, dice René Descartes al principio del Discurso del Método, “es la cosa mejor repartida del mundo”. No obstante, a estas alturas de mi vida, tengo serias dudas al respecto, pero no por ello quiero malgastar la oportunidad que aquí se me brinda para entregar a todas las mentes sanas y atentas –como diría el mentado filósofo de enormes narices- los frutos de mi contrastado ingenio. Y es que, ensimismado como estaba una tarde, hace ya unos años, tratando de poner en orden el flujo incesante de ideas, imágenes y deseos inconfesables que pasaban por mi cabeza, me asaltó un pensamiento sólido y bien trabado, que aquí humildemente me atrevo a enunciar. Dice así: Los profesores de cualquier género imaginable somos ordinarios o extraordinarios. Si un profesor es ordinario, se limita, por regla general, a exponer a sus alumnos y alumnas los contenidos de un manual o libro de texto, y si esto es así, parece razonable pensar que no merece la pena asistir a sus clases. Pero si resulta que el profesor es extraordinario –como es mi caso, obviamente- no es difícil imaginar que sus clases serán incomprensibles para el alumno medio, y si esto es así, podemos decir perfectamente que no merece la pena asistir a sus clases. En consecuencia, sea como fuere, no merece la pena que los alumnos y alumnas asistan a las clases que impartimos. Es una lástima que la mayor parte del alumnado que me ha padecido desde 1985, en Madrid, Mallorca y Málaga, se haya dado cuenta de esta circunstancia demasiado tarde.
Pero, aunque parezca mentira, cuando yo era adolescente, en el Jurásico, más o menos, sospechaba que eso de la educación era algo valioso (tan valioso que hace muchos años que me da de comer). Y cayó entonces en mis manos la Autobiografía del filósofo y matemático británico Bertrand Russell. Sus palabras me han acompañado desde entonces, sobre todo, cuando el curso comienza –como ahora- y cuando llega a su fin. “Tres pasiones simples, pero abrumadoramente intensas –dice Russell- han gobernado mi vida: el ansia de amor, la búsqueda de conocimiento y una insoportable piedad por los sufrimientos de la humanidad”. El amor, el conocimiento y la solidaridad con el que sufre, entre otras cosas (para mí, también conviene hacer sitio al humor), hacen que mi vida tenga cierto sentido y pienso, por todo ello, que los docentes tenemos que dejarnos la piel intentando conciliar en las aulas la mente y el corazón, las letras y los números con el espacio abierto de las emociones y las habilidades sociales. Gracias, en cualquier caso, en mi nombre y en el de mis compañeras y compañeros, por todo lo que he aprendido, sentido y querido compartiendo el espacio del IES Jacaranda, desde 1994, con la ilustre ciudadanía de Churriana.
Rafael Guardiola Iranzo

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