sábado, 15 de agosto de 2009

REFLEXION DE UN CHURRIANERO QUE ANDA APRENDIENDO A SER MORAO




Mi nombre es Jesús Manuel Castillo Ramos y tengo 32 años. A la practica totalidad de la buena gente de Alhaurín el Grande, mi nombre no le dirá nada seguramente. No en balde, no soy alhaurino.

Mi vida siempre transcurrió entre Churriana, de donde soy oriundo, la capital malacitana y el pueblo de mi padre: Alhaurín de la Torre.

Si no me falla la memoria, solo fui a Alhaurín dos veces. Una, de pequeño, a acompañar a mi susodicho pater a la notaría y otra, ya con mi actual pareja, con la cual terminé en este lugar perdido en una tarde de domingo intentando tomar café.

Así era mi relación con este pueblo, hasta que avatares del mundo que nos toca vivir hace que mí ya mencionada novia y yo, nos hagamos con una casa entre vosotros. Pronto comenzamos a pasar pequeñas estancias en ellas que es lo que toca, como diría aquel, hasta que se convierta tal morada en el espacio donde forjar, si dios lo quiere, el marco vital de la familia Castillo de Oña.

En ese momento, se abría un mundo nuevo. Tan nuevo, que parecía hasta circunstancial. La idea de marcharnos era algo más que una ucronía. Tras el acostumbrarse a la nueva vivienda, vino adentrarse entre lo que no se conocía.

Así, pronto me vi. paseando por unas calles que con el tiempo he ido aprendiendo tenían por nombre la Plaza Baja, la Calle Nueva, la Calle Real…He identificado espacios como la Cruz de la Misión, el Bajoncillo, el “Sardina”, saber donde esta Monroy y he ido aprendiendo que la Feria es en mayo, que la Madre de los vecinos de la villa de Idelfonso Marzo es la Virgen de Gracia, que la Parroquia está dedicada a Nuestra Señora de la Encarnación….

Pero desde mis primeros pasos, me llamaba la atención el encontrarme con una mirada dulce en distintas convocatorias de culto que a veces jalonaban mis primeros días alhaurinos y que era la que me dirigía Nuestro Padre Jesús Nazareno. Para mi la advocación no me era extraña.

En Churriana, soy hermano de la hermandad del Paso y me crié viendo en casa de mi abuela paterna una estampa del Nazareno de Alhaurín “el Chico”, como dirían los mayores. Y como la cabra siempre tira al monte, pronto, me aprendí que el hogar de los “Moraos” es su Ermita, que en esta tierra honráis a Padre Jesús, no solo en Semana Santa, sino en el día que lleva su nombre.

Pronto, conocí a vuestro secretario, en donde esperaba encontrar detrás de su nombre compuesto un señor muy viejo y muy sabio, y me encontré a alguien, que era verdad que era muy docto, pero que solo le separaba un año de mi y que en menos que canta un gallo me regalo la oportunidad de, entre calores de verano, presenciar a ese vecino ilustre de la Plaza de San Sebastián como mejor puede hacerse: En el silencio de la soledad de su casa. Una casa que es la de todos.

En definitiva, que sin darme cuenta, uní eso a la primera vez que vi al Nazareno en una tarde de Viernes Santo, al calor familiar de su Caseta de Mayo, al buen gusto de actos como el que viví en la celebración del Bicentenario de la Guerra de la Independencia y a las charlas con Salva y resulta que me pico el abejorro que te transforma la sangre roja en “Morá”.

Y aquí me tienen. Sabiendo que la Ermita de San Sebastián, verá mis momentos de alegría y de pena, que sus Titulares posiblemente me vean un día presentándole a mis hijos, sabiendo que no solo el Jueves y el Viernes Santo, tengo una cita en Alhaurín el Grande, sino que cada vez que pase por la Plaza, me estarán dando un soplo de cariño y de vida que yo les devolveré en una mayor fe si cabe.

Aquí me tienen. Sabiendo que si quiero ser buen alhaurino he de venerar a San Sebastián como Patrón y pidiendo que el día que emprenda el viaje a mi ultima morada, de seguir aquí, como hoy ya es mi deseo, se abran las puertas de esa Ermita que ya considero mi casa para que la bendita imagen que aguarda en su altar me vea por última vez antes de partir para siempre hacia mi Churriana natal.

Aquí me tienen. Enseñándome a rezar a la Virgen del Mayor Dolor, esperando el día en que me meta con mis futuros hermanos bajo el varal de un trono, disfrutando con las representaciones del Paso y frito, como decimos en Málaga, con toparme con esos mayores de los que estoy dispuesto a aprender el catecismo de lo que es algo más que una creencia. De lo que es un estilo de vida. SER UN BUEN “MORAO”.

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