sábado, 18 de julio de 2009

HALCONES A SUELDO EN EL AEROPUERTO DE MALAGA



Un equipo de tres cetreros, 25 rapaces y un perro velan diariamente por la seguridad de los aviones que despegan y aterrizan en el Aeropuerto de Málaga. Una labor tan eficiente como espectacular

Morla tiene seis años, casi el tiempo que lleva trabajando para Aeropuertos Españoles y Navegación Aérea (AENA). Nos recibe con la cabeza cubierta por una capucha de cuero marrón, algo inquieta pero sin desdibujar una figura imponente. "No es por la visita. Es que tiene ganas de trabajar", observa uno de sus instructores.

Sin saberlo, este halcón se ha convertido en una de las estrellas de la seguridad del Aeropuerto de Málaga, ya que es una de las 25 rapaces -entre halcones y águilas- que vigilan las 273 hectáreas el recinto aeroportuario para que otras aves no invadan el espacio de las aeronaves durante los despegues y los aterrizajes.

Es el denominado control de fauna, un método disuasorio basado en el arte de la cetrería que ninguna otra tecnología ha conseguido mejorar en resultados. Un trabajo tan serio como sus rostros a cambio de un sueldo con mucho sabor: cuello de pato crudo.

Técnicas.

Morla, Foker o el águila Lisi son sólo tres de los ejemplares que diariamente y sin horario fijo patrullan un mínimo de seis veces el perímetro del Aeropuerto combinando las diferentes técnicas cetreras. "El objetivo es crear un muro invisible, un espacio prohibido para las aves sin repetir horarios y, por tanto, evitar rutinas", explica el responsable del equipo, Kiko Llopis. Y el tiempo de reacción es mínimo. Tanto los cetreros como las aves tienen que estar preparados para cualquier situación que requiera su presencia en pista. Desde que amanece hasta que anochece, teniendo un tiempo de reacción que no supera los dos minutos. Para ello, estas aves ponen en práctica tres técnicas cetreras: la altanería, el bajo vuelo y el mano por mano. En el primer caso, se trata de realizar vuelos preventivos para evitar que las aves invasoras entren en la zona de influencia. Aquí el halcón vuela en círculos concéntricos alrededor del cetrero y de Beck, un perro con un finísimo olfato que localiza y ahuyenta a las aves que se esconden de sus depredadores. En el bajo vuelo y en el mano por mano, las rapaces salen desde el puño del instructor directamente a la presa, caracterizándose estas dos por el acoso directo a la misma.

Y para cada caso, un especialista, ya que la actividad de estas aves dependen de diversos factores como el clima, la dirección del viento, la visibilidad, la altura, etc.

Por ello, Llopis asegura que cuenta con aves con perfiles muy diferentes para afrontar cualquier situación. "Cada ave tiene su propia personalidad y unas habilidades distintas a las demás. Estas características las analizamos y las potenciamos durante el adiestramiento ", explica el responsable del equipo. Llopis se refiere a habilidades que favorezcan los vuelos a gran altura, al vuelo en equipo a través de patrullas o a casos en los que una situación requiere mucha velocidad y, por tanto, la rapidez del ave a la hora de resolver un problema. En este sentido, los halcones son los encargados de otear desde el aire porque son "más efectivos en el vuelo preventivo sin ataque". Por su parte, las águilas son las que mejor controlan a las aves posadas dentro del perímetro aeroportuario. Pero además de las condiciones propias de cada ejemplar y su raza, el equipo cetrero exige a sus aves una forma física perfecta.

Tanto que estos animales reciben una dieta tan estricta como específica para controlar el peso de cada una. "El peso de las aves es la piedra angular de cada pájaro. De hecho, diez gramos de más o de menos son más que suficientes para cambiar la conducta de cada ejemplar y, por tanto, sus habilidades no son las mismas", apunta Llopis. Y para que esto no ocurra, los cuidadores utilizan un exhaustivo control de la alimentación con un cuaderno en el que se anota todo lo que tiene que ver con la alimentación, el peso y, en definitiva con su estado de salud. Esto supone un cuidado muy meticuloso para cada uno que también incluye un control milimétrico del plumaje del animal. No obstante, en ocasiones las rapaces sufren percances en los que pierden plumas o se les parten. En una situación así, el taller cuenta con los elementos suficientes para ´reparar´ el desperfecto. "Ya no se trata de una cuestión estética, sino de operatividad. Hay zonas del ave, como las alas o la cola, en las que la ausencia o fractura de una sola pluma puede afectar de forma importante la maniobrabilidad de una rapaz que llega a superar con facilidad velocidades de 300 kilómetros por hora en caída libre y que realiza giros muy rápidos y cerrados", matiza el halconero. Una vez localizado el problema, los cetreros retiran temporalmente al ave de la actividad para realizarles injertos con plumas reales almacenadas en el taller de la halconera.

´Temporada alta´.

La actual época del año es una de las que más trabajo ofrece a estos ovíparos, ya que Llopis destaca el invierno, el otoño y la primavera como las etapas más conflictivas del año. La explicación no es otra que la puramente biológica. Tal y como explican los halconeros, durante el otoño hay que sumar las aves autóctonas con aquellas que están de paso en su proceso migratorio y que se dirigen al continente africano. En invierno, sin embargo, se concentran las aves propias del lugar con las invernantes hasta triplicarse la población de aves, mientras que la primavera vuelve a recibir a la avifauna que regresa a Europa.

En el caso del Aeropuerto de Málaga, según explican los cetreros, la avifauna que suele ser más conflictiva está compuesta por los patos, que suelen ir en grupo, gaviotas y garzas, "aunque de forma puntual también nos podemos encontrar casos puntuales en los que aparecen cigüeñas y flamencos", añade Llopis.

Pasión y empresa.

Francisco Llopis trabaja con sus rapaces en el Aeropuerto de Málaga desde 1991, año en el que ganaba el concurso convocado por Aeropuertos Españoles y Navegación Aérea, convocatoria que exigía un mínimo de 12 rapaces para cubrir las necesidades del recinto. Sin embargo, Llopis cuenta con 25 ejemplares en perfecto estado para no dar ninguna posibilidad al error. A esto se suma la pasión, ya que este empresario de 48 años, nacido en Ronda y criado en Francia, no ejercería esta profesión sin el amor que siente por estos animales. "No puedo explicar por qué me dedico a esto. A veces pienso que la causa se encuentra en la magia, ya que desde niño me interesé por las rapaces", apunta.

Esa pasión se ha traducido con el paso de los años en una empresa, Gestión de Fauna, una consultora ambiental dedicada a la gestión de fauna en todos sus ámbitos, si bien están especializados en el control de aves. Biólogos, ornitólogos, halconeros y técnicos medio ambientales forman una sociedad al servicio de organismos públicos y privados. Actualmente destacan los trabajos que ofrece a los aeropuertos de Jerez de la Frontera, Tenerife (norte y sur) y Melilla, o el control de gaviotas que realiza en el Puerto de Málaga

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