miércoles, 8 de abril de 2009

SE CUMPLEN 50 AÑOS DE LA VISITA DE HEMINGWAY A LA CONSULA



Era el mejor lugar para escribir, pero también para beber, para disfrutar de la caída de la tarde al borde de la piscina, rodeado de amigos y martinis. Para él eran casi lo mismo. La vida, la literatura. Una biografía a la altura de sus novelas y algunas novelas, suficientes para justificar una vida. A punto está de cumplirse medio siglo de aquella estancia y en ese lugar permanece cierto halo de recuerdo y misterio en su honor. Esta es la historia de Ernest Hemingway y La Cónsula.

Nadie mejor que él para iniciar la trama: «Tras desembarcar en Algeciras nos dirigimos a casa de la familia Davis, Bill, Annie y sus dos pequeños, en una villa llamada 'La Cónsula' situada en las montañas que rodean a Málaga». Era el 1 de mayo de 1959. El escritor, flamante Premio Nobel de Literatura desde 1954, arriba a la provincia malagueña. Aquí prepara 'El verano peligroso', una serie de reportajes para la revista 'Life' sobre el duelo a muerte en el ruedo que van a librar Luis Miguel Dominguín y Antonio Ordóñez, gran amigo del escritor.

Pero antes de la 'tournée' de carretera, fiesta, poca comida y mucha bebida, Hemingway tiene tiempo de disfrutar de unos días en compañía de los Davis. Siguen sus líneas en 'Life': «Había una piscina que llenaban con agua proveniente de un manantial de la montaña y no tenían teléfono (...) Comíamos estupendamente y bebíamos bien. Nos dejábamos en paz unos a otros y, cuando al levantarme por la mañana salía al balcón que recorría toda la fachada del segundo piso y miraba por encima de los pinos del jardín hacia las montañas y el mar al tiempo que se oía silbar al viento entre los árboles, entonces comprendía que nunca había estado en un sitio más hermoso. Era ideal para trabajar y comencé a escribir enseguida».

Porque Hemingway estaba convencido de que tenía ante sí, quizá, la gran historia de su vida. Arte, pasión y muerte. Dominguín y Ordóñez. Dos ídolos del pueblo enfrentados en la plaza. Fiesta y tragedia. Glamour y barbarie. El escritor había viajado a España junto a Mary Welsh, su cuarta esposa, y la joven Valerie, primero secretaria y luego nuera de la megaestrella literaria.

El autor de 'El viejo y el mar' se enfrenta a unos meses de calor y trabajo vertiginosos. El escritor Rodrigo Fresán recuerda que sólo entre el 26 y el 31 de mayo Ordóñez tenía corridas en Córdoba, Sevilla, Aranjuez y Granada. Pegado a él iba el novelista, convertido en cuidador de Ordóñez cuando este sufrió una cogida en la penúltima etapa de la gira.

Regreso a Málaga

El matador hizo un alto en el camino hasta finales de junio y Hemingway volvió a La Cónsula. Allí celebra, el 21 de julio, su 70 cumpleaños. El matrimonio Davis organiza una gran fiesta, pero el escritor atraviesa uno de sus periodos depresivos y se muestra poco sociable. Unas nubes que sólo se posan unos días sobre su cabeza.
Pocas jornadas después, de nuevo sus líneas en la finca de Churriana: «Este es un verano maravilloso. Quien no pueda escribir aquí no podrá escribir en ninguna parte».

Palabras de amor para un lugar que le recuerda con un colorido mosaico en la entrada -obra de Eugenio Chicano- y un álbum de fotos conservado como uno de los tesoros de la institución. Ahí está el escritor, rifle en mano, disparando al cielo junto a su querido Antonio Ordóñez o compartiendo mesa y mantel con la familia Davis -propietaria de la finca entre 1953 y 1973- o al pie de la piscina, copa en mano, por supuesto. Días de vino y rosas para un escritor siempre feliz y atormentado.

Entre fiestas y festejos (taurinos), Hemingway también tiene tiempo para visitar a otro ilustre escritor residente en Málaga. Gerarld Brenan vivía muy cerca de La Cónsula y el novelista quiso conocerlo. Fue uno de los pocos encuentros que Hemingway mantuvo con otros representantes de la vida cultural española.

Había venido para escribir de la fiesta nacional y se empapó del ambiente hasta el tuétano. Son abundantes las fotos de aquel verano en varios tendidos de la geografía patria, aunque una de las instantáneas más recordadas tiene como escenario la plaza de toros de Ronda. Hemingway posa entre Antonio y Cayetano Ordóñez 'El Niño de la Palma'. Padre e hijo. Historia viva de la Goyesca. Aquella tarde de septiembre de 1959, Antonio comparte cartel con Pepe Cáceres y Manolo Segura y la fiesta rondeña adquiere resonancia internacional.

Dado por muerto

Tal era el efecto de todo lo que tocaba Hemingway. Para bien y para mal. Aquel intenso verano de 1959 termina de quebrar su salud física y mental. Vuelve a América, pero regresa a España, a La Cónsula, en agosto de 1960. La prensa norteamericana le da por muerto. Firma su acta de defunción «en una finca de un pequeño pueblo malagueño» y el propio Hemingway tiene que desmentir su muerte. Por tercera vez en los últimos años.

Pero su ánimo parece cada vez más sombrío. Se da cuenta de que ha sido injusto con Dominguín en los reportajes para 'Life'. Le fallan las fuerzas. Siempre ha pensado que España «no es un sitio para morir», así que regresa a Estados Unidos. Ingresa en la Clínica Mayo de Nueva York. Recibe un tratamiento de electroshocks. Engaña a los médicos y recibe el alta el 30 de junio de 1961. Vuelve a su casa de Ketchum (Idaho). Compra los billetes para volver a los Sanfermines. Y el 2 de julio, antes del amanecer, se levanta a hurtadillas de la cama, toma su rifle más querido, y se dispara a bocajarro.

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