sábado, 10 de mayo de 2014

COLUMNA DE OPINION.GARCIA MARQUEZ




 “García Márquez no es solo un autor leído sino un autor amado”  William Ospina (escritor colombiano)


En la reciente Semana Santa murió García Márquez. No se trata de una primicia, la noticia ha estado en candelero bastantes días. Han opinado sus amigos, sus familiares, sus lectores. En definitiva, estamos algo cansados del tema y, sin embargo, se me ocurre escribir sobre él. Pero es que yo algo pesado sí que soy.

Por tanto aquí estoy, frente al blanco papel, para recordar mis primeras lecturas del sudamericano universal. A mis 16 años descubrí “Cien años de soledad” durante largas tardes veraniegas, en mi patio repleto de jazmines viendo pasar salamanquesas por las cornisas, descansando de un duro día de trabajo de peón de albañil y justo antes de mis partidos de futbito.

Esas tardes por Macondo me abrían la mente y me imbuía en el realismo mágico, en su universo literario, en esos personajes imposibles, con historias fantásticas, en pueblos inventados, de clima tropical, que tan bien sabía reflejar este colombiano.

Recuerdo el día en el que le concedieron el Nobel. Mi profesor de ingles, el “Keegan” (la memoria me hace recordar su mote y su físico pero no su nombre) , era un seguidor entusiasta y las lágrimas afloraron mientras nos informaba de la noticia. Yo, adolescente imberbe me alegré de igual forma o incluso más. Un autor que yo conocía, leía y adoraba era premiado con el Nobel. Volvió a ocurrir con Vargas Llosa, varias décadas después, pero no fue lo mismo. El tiempo suaviza la intensidad de los sentimientos y las sensaciones se mitigan.

En clase de lengua, la profesora (de la que no recuerdo su nombre, ni su mote ni su cara) se le ocurrió que leyéramos uno de sus cuentos. Comparamos el tono  y la pronunciación de una compañera argentina y un compañero churrianero que salieron “voluntarios” a la tarima. No hubo color. Seguro que ustedes pueden imaginar la escena.

Años después, en COU, mi tutor (del que recuerdo su nombre, José María Marín, y su forma de ser, magnífica) nos recomendó uno de sus libros:  “Crónica de una muerte anunciada”,  con el que disfruté tanto como con los anteriores. Su narrativa; el argumento que sorprende, incluso sabiendo el final; esos personajes que cobran vida propia en la mente del lector, me volvieron a enganchar.

Cuando cumplí 21 años un exprofesor y buen amigo, Domingo, me regaló “El amor en los tiempos del cólera”. Fue él quien me acercó, de forma entusiasta, a ese mundo inmortal de la literatura. Me ayudó con sus recomendaciones y préstamos, con sus comentarios. Por eso se lo agradecí cuando, en esa fiesta de cumpleaños, apareció con la última novela de García Márquez. Diez días después comenzaba mi período militar y en su primera página una dedicatoria que trascribo literalmente “Que los “milicos” no te amarguen los absurdos e inútiles meses por venir”. Tuve suerte y mi mili fue provechosa, pero esta es otra historia.

Como habrán comprobado en estas líneas, García Márquez es uno de mis escritores de cabecera y gracias a él he disfrutado de horas y horas de lectura, también de charlas literarias. Sé, que además de los profesores citados, Alberto, Charo, Francisco, Ildefonso, Inmaculada, José Carlos, María José, Miguel,  Sonia  se han perdido entre las páginas de sus novelas, para luego asomar por encima de ellas y sumergirse en interesantes tertulias en torno a las obras de este grandioso escritor, a pesar de que algunos de ellos no han sido devotos del colombiano. Al fin y al cabo no sólo se trata de leer, sino de opinar y compartir.

La vida pasa, para todos. Llega la muerte, la física. Pero algunos tienen la suerte de sobrevivir a ella.


                Antonio Villalba Moreno

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