Siento envidia de los profesores y maestros. Sí. Envidia sana, por
supuesto. De hecho, en mi familia hay más de una persona dedicada a la
enseñanza. Tengo que confesar que uno de mis sueños frustrados hubiera sido
ejercer como tal, pero como las circunstancias son las que son y además, son las que mandan, me he tenido
que conformar con ganarme la vida de otra manera. Y no me quejo.
Quizá por eso, la cuestión educativa sea a menudo un tema
recurrente para mí. Hace unas semanas hablamos en esta columna de la cantidad
de reformas que llevamos padeciendo desde la llegada de la democracia y aquí
estoy, de nuevo, para hablar del tema pero desde otro punto de vista: el
lúdico.
El viernes pasado tuve la suerte de asistir a una exposición. No
eran cuadros ni esculturas. “De la Escuela al Colegio” es una colección de
objetos, documentos y fotografías de la época. Desde unos pupitres, hasta libros
de notas. Un recorrido histórico durante el siglo XX por la educación de
nuestro país, hasta finales del franquismo.
Así pues, mi mujer, maestra, y yo, nos adentramos en el Centro de
Exposiciones de Benalmádena Costa al observar en el cartel anunciador el tema
tan interesante. Para ser sinceros no pensábamos que la exposición fuera tan
completa como luego pudimos comprobar. El recorrido por los diversos sistemas
educativos, las materias que se impartían, los horarios draconianos, piezas y
diversos materiales que jalonan el espacio expositivo constituyen un universo
donde puedes viajar en el tiempo.
Aconsejo a los lectores la visita para recordar tiempos
pretéritos. Aquellos en los que íbamos al colegio los sábados por la mañana;
donde España se estudiaba por regiones y la Historia la aprendíamos de memoria
sin olvidar, por supuesto, los reyes godos; donde la caligrafía era
fundamental. Además, gracias al recorrido por los diversos materiales y, sobre
todo, a través de las fotografías recordamos cómo era la vida en aquéllos años,
su evolución. Podemos comprobar cómo la sociedad española ha ido cambiando de
forma paulatina.
En las fotografías aparecen maestros como los Asensi o los Mañas,
cuyas colecciones privadas son la base de esta muestra tan particular. Aulas
repletas de alumnos de distintas edades mezclados o clases de gimnasia. Me
resultó chocante recordar como a mitad del siglo pasado la educación femenina
daba una gran importancia a las labores del hogar o ver objetos de doctrinas
como el Nacional-catolicismo o la Formación del Espíritu Nacional.
Aunque los de mi generación no llegamos a conocer las plumas y
tinteros, los tratados de urbanidad, ni los calentadores para paliar el frío,
sí utilizamos otros como los pupitres donde nos sentábamos en nuestro primer
colegio, “El Convento” o las pizarras de
la época, negras. Todos estos objetos escolares nos llenan de recuerdos y como
la nostalgia es muy amiga a nuestra edad, les aseguro que pasarán un rato muy
agradable si se deciden por esta visita.
Antonio Villalba
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