El emperador y filósofo estoico Marco Aurelio, hecho un auténtico cenizo
como Don Quintín el amargao en el sainete de Carlos Arniches y Antonio
Estremera, nos propone la siguiente reflexión en sus Meditaciones, afectada de
un crudo materialismo: "Mira a tu alrededor mientras te bañas: grasa,
sudor, mugre, agua viscosa y otras cosas repugnantes. Así son todos y cada uno
de los momentos de la vida, así son todos los propósitos". Lo dicho no
parece estar en sintonía ni con las proclamas navideñas de El Corte Inglés, ni
con las previsiones macroeconómicas del Gobierno de España, ni mucho menos con
los anuncios de perfumes y esencias que invaden la televisión por estas fechas,
con frases en un inglés gangoso y profundo, prometiendo a los varones un cielo
plagado de mujeres lúbricas que supera al prometido por el integrismo islámico
a los terroristas que se suicidan por la Yihad. Reducido el amor a un ejercicio
gimnástico no exento de peligro (tengan cuidado, por ejemplo, con la posición
en forma de loto del Kama Sutra, porque corren el riesgo de resultar pateados
en zonas sensibles) y a un mero intercambio de fluidos de corta duración, la
cosa se simplifica. Tampoco les recomiendo que se enamoren (salvo que tengan
mucho frío estos días), no vaya a ser que permanezcan en el beatífico estado de
estupidez al que aludía Ortega y Gasset y no se den cuenta de la subida del
recibo de la luz o sufran una sobredosis de mantecados de Estepa en plena
reunión familiar, antes de la discusión con sus cuñados.
Para compensar tanto
sudor, tanta mugre, y tanto mercado, les ofrezco mi propio testimonio sobre el
arte de amar, carnal para mí, romántico para mi antigua alumna Natalia Mª
Arrondo Asensio, una trabajadora incansable (que, por cierto, se acaba de
cortar el pelo de modo sensual y se empeña en odiarme de por vida), y que tuve
el honor de publicar en la página que dedicó al 14 de febrero de 2012 el Centro
“Salud Atenea” de Archidona, un entusiasta colectivo femenino comprometido con
los placeres del alma, la agricultura ecológica y el consumo sostenible.
Adjunto una fotografía de la mítica “Peña de los Enamorados” que tuve ocasión
de hacer desde el Hotel Escuela “Santo Domingo” de la hermosa localidad de
Archidona, en el momento de escribir lo que viene a continuación. Parte de mi
discurso procede de un viejo poema adolescente, que formó parte, a su vez, de
una obra de teatro, “Cracia”, una creación colectiva estrenada en Madrid, en
1980, por el “Laboratorio Experimental de Teatro Grumo de Peyote”, al que tuve
el honor de pertenecer, y al que rindo homenaje desde aquí.
El sol ya está
desdibujado, esperando el nervioso beso de la noche. El viento mece la copa
irregular de los olivos. Juegan los dedos ensortijados de los árboles, se lavan
el jabón del jazmín y la espera de los sueños. Ya no escucho el zumbido de las
abejas, ni el osado canto de los mirlos, ni el suave rumor de las hojas que se
agitan. Y, así, en silencio, cómplice de la noche, me abandono al recuerdo.
Recibí, escrutando el viento, los restos de tu cuerpo ilimitado y plástico.
Jugando con mis manos, casi inertes, tu cabello agitaste. Luego, mía fue tu
voz, tu desnudez mezclada con mi sueño raso. En un sólo cuerpo te llevé a mi
mástil muerto, siempre muerto hasta el día en que tu curva sinuosa inundó mi
orilla. Mis tallos deshilados, sobrecogido el sudario, y al cielo te elevé para
poder allí amarte. Y en aquel fuego olvidado del tiempo, nos diste a mí y a mi
mástil las aristas recortadas, el vivo secreto de la vida. Lágrimas de ceniza,
tronchadas raíces, hojas secas y un interminable camino abierto se abrían ante
mis ojos. Siguiendo los surcos de tu cabello el amanecer esperé, asido a la
noche, sin dejar de desearte. Llegaste e hiciste huella en mi mástil; mi mástil
estriado, azotadamente muerto. Y brotaste del cieno gris de mi tronco muerto
como un húmedo manantial de luz. Olores a noche y tierra, y sal, allí, aquí,
velan mi sueño.
Espero que así sean
todos y cada uno de los momentos de sus vidas, y así sean también todos sus
propósitos, para 2014 y para siempre, con permiso del agua viscosa y los
fluidos corporales.
Rafael Guardiola
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