Hace casi quince años del
hallazgo arqueológico del complejo rupestre en Huerta Platero. Muchos ni saben
que existen en nuestra barriada unas ruinas de esta importancia. Incluso se
pensó en la apertura de un centro de interpretación como punto de partida hacia
una ruta por distintas manifestaciones rupestres en la provincia de Málaga.
Pero sólo quedó en eso, una idea que podría haber puesto a Churriana en el candelero histórico andaluz.
Un nuevo vestigio para añadir a nuestro rico patrimonio, en el que
desafortunadamente, apenas reparamos unos pocos.
No voy a dirigir estas líneas al estudio de este
establecimiento excavado en la roca natural del terreno, entre otras cosas
porque es difícil asegurar, de manera irrefutable, cuál fue su cometido. Parece
que pudo ser un eremitorio, pero también podría haber estado enfocado a la
estancia monacal. Supongo que el director de este periódico tendrá una opinión
más precisa, puesto que era el Presidente del Aula Guadalhorce cuando
aparecieron los restos, al realizar los rebajes de tierra para la construcción
de viviendas en esa zona. Fue el colectivo que impulsó el estudio de las
cuevas. Era la cabeza visible de la inquietud cultural de entonces en nuestra
barriada.
En lugar de extenderme en estos
temas arqueológicos, interesantes pero complicados y aunque me apasionan, reconozco que no estoy lo suficientemente
capacitado para profundizar en ellos (le paso la pelota a Jesús Castillo, a ver
si se atreve a publicar algún artículo sobre el tema en este medio), dejaré
aflorar mi vena poética. Os contaré que
imagino a nuestros
paisanos antepasados rezando y
meditando en silencio al resplandor de velas o antorchas. Al consumirse las
llamas podrían descubrir la oscuridad real en esa cueva adaptada por el hombre
y entonces pensarían en enigmas irresolubles, en noches artificiales, en la
nimiedad humana ante la inmensidad de lo desconocido.
Mientras tanto, prefiero
trasladarme a mi juventud, ya hace demasiados años, para hablar de las casualidades
de la vida. Sí. A finales del siglo pasado, una serie de jóvenes jugábamos a un
deporte que no era (sigue sin serlo) muy popular en estos lares, pero
aprovechando el frontón que existía en la Huerta Platero lo utilizábamos para
practicar frontenis.
¿Cómo íbamos a pensar hace tres
décadas, que justo donde “embarcábamos” las pelotas había una cueva rupestre?
Muchos años divirtiéndonos en ese lugar. Muchos partidos disfrutando del
gusanillo de la competición y de la alegría de la victoria (sobre todo si
tenemos en cuenta que si perdías debías permanecer un buen rato a la espera de
volver a jugar). Muchos contrincantes.
Atrás quedaron los Alarcón, Ayala, Blanco, Campaña, Medina,
Mejías, Torres, Vázquez, Villalba y muchos otros que harían un listado
interminable, aunque no puedo dejar de citar las nuevas incorporaciones como
Domingo, Antón y sobre todo Joaquín, con quién organizamos el I Torneo de
Frontenis San Isidro Labrador y que, años después, han rescatado desde el Club
Frontenis de Churriana estando ya en su VII Edición (aunque, tengo que decir que, debería ser la VIII,
puesto que cuando reanudaron la celebración del campeonato olvidaron computar
la de 1985).
Atrás quedaron los encuentros de
dobles tan intensos como interesantes y divertidos, los partidos al mejor de 11
o de 21, dependiendo del personal que esperaba para jugar (normalmente eran a
un pierde-sale). En aquellos años, donde el fútbol acaparaba toda la atención,
un grupo de jóvenes también dábamos pelotazos contra una pared junto a un lugar
que unos siglos antes hacía las veces de espacio de recogimiento. Donde hace
treinta años había jolgorio, risas, gritos, aplausos y discusiones, hace doce o
trece siglos, a unos diez pasos escasos, quizás unos pocos monjes rezaban en
esta cueva saboreando el silencio. Casualidades de la vida.
Este cambio se produjo en
Churriana a finales del siglo pasado, cuando se fue ampliando. Surgieron nuevas
zonas urbanizables, una de ellas fue ésta. Tuvo problemas, bastantes. Pero a
nosotros lo que nos importaba era una cosa, nos quedábamos sin frontón. Cuando
se realizaron los primeros movimientos de tierras para la nueva urbanización
supimos que los rumores eran ciertos: iban a derribarlo. No nos quedó otro
remedio que aceptarlo conforme avanzaban las obras Desde entonces nuestra
barriada no tiene frontón, pero permanece intacta la afición. No se desaniman
por tener que desplazarse a Carranque.
Siguiendo con estos giros
inesperados que da la historia, quizás el próximo siglo en este lugar instalen
un centro comercial, o una bolera, o cualquier espacio lúdico ¿Porqué no? O
quizás, me voy a permitir soñar un poco, se haya creado ese Centro de
Interpretación del que hablamos al principio de la columna. Mientras tanto
apreciemos lo que tenemos, sin olvidar que todo puede cambiar.
Antonio Villalba Moreno
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