sábado, 11 de abril de 2009

CARTA AL EDITOR:FOGATAS EN EL GUADALHORCE

Anoche, pasé una vez más por el Polígono Guadalhorce. Hacía frío. Las jóvenes prostitutas, semidesnudas, se agrupaban en diferentes zonas, arrimadas a las candelas que, imagino, les encienden sus proxenetas por dos motivos diferentes: llamar la atención de los posibles clientes y para que no enfermen de pulmonía mientras esperan. Cada cual mira por lo suyo.

Anoche pasé una vez más por el Polígono Guadalhorce y de nuevo sentí rabia e impotencia. Ellas estaban a la vista. Parecían niñas disfrazadas. Sus chulos se esconden. Vigilan. Recogen las ganancias.

Anoche pasé una vez más por el Polígono Guadalhorce y me puse a pensar en nuestra cobardía, en que a pesar de que denunciamos muchas cosas, cerramos la boca ante otras muy importantes: el tráfico de personas. La trata de mujeres.

Anoche pasé una vez más por el Polígono Guadalhorce y quise ponerme en el lugar de esos hombres que consumen producto humano. Si ellos, a su vez, se pusieran en el lugar de estas mujeres, otro gallo cantaría. Me pregunto cuántas de esas muchachas estaban allí por voluntad propia. Cuáles son sus países de origen. Dónde viven cuando termina su jornada, si es que termina.

Anoche pasé, una vez más, por el Polígono Guadalhorce y recordé como estas chicas si, por error, quedan embarazadas son obligadas a abortar. ¿Saben ustedes, señores consumistas del sexo, que muchas se acuestan con usted porque están amenazadas de muerte? ¿Sabe usted que los beneficios de la prostitución son mayores que los de la droga? ¿Sabe usted que vienen engañadas a nuestro país con la promesa de un trabajo digno? ¡Digno!

Anoche pasé una vez más por el Polígono Guadalhorce y de nuevo se vendía carne fresca. Carne de cañón. Carne de esclava sexual.

Isabel Pavón Vergara

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