martes, 4 de marzo de 2014

COLUMNA DE OPINION.VISION PEDAGOGICA DEL FUTBOL BASE



¿Han asistido a algún partido de futbol base? Yo he presenciado bastantes. Algunas veces puede llegar a ser una experiencia religiosa como canta el pequeño de los Iglesias. 

Los asistentes normalmente padres y familiares del futbolista (niño o niña) parten con tres creencias o dogmas fundamentales que a la Santísima Trinidad la dejaría a la altura de una lista de la compra. 

A saber; primero: El más entendido en futbol, (que para eso se ve todos los partidos de las televisiones, incluido “los manolos” y escucha “al primer toque”) es el padre de la criatura; segundo: El entrenador no tiene ni idea de futbol en especial si a tu hijo no lo alinea y juega de titular en el banquillo una semana y la siguiente también; tercero: El señor árbitro, por principio, siempre se decanta a favor del equipo contrario aunque se vaya perdiendo por seis goles de diferencia.

Ante esta prometedora perspectiva aseveraremos siempre que somos de lo más objetivos cuando vamos a un encuentro, y en absoluto nos veremos afectados porque el balón entre en una portería u otra. Aquí lo primordial es que el niño (o niña) practique deporte, y ya solo nos hace falta pronunciar la frasesita típica en estos casos "lo importante es participar".

Durante la celebración del encuentro y a la primera de cambio de que nuestro retoño o “retoña” (en estos momentos me acuerdo de la exministra Bibiana Aído) haga gol o una jugadita medianamente buena, y como factor adicional se encuentre sentado en la grada un señor (un hojeador seguro, los padres tenemos un olfato exquisito para esto) con una libretita, apuntando algo (lo mismo podría estar jugando al ahorcado). La imaginación hace de las suyas, se te viene arriba y te pones a pensar que es tu hijo el que sale de Valdebebas en un Audi Q7 con gafas oscuras, lo paran una ingente cantidad de aficionados que quieren que le firmen autógrafos; o te ves a ti mismo en un despacho negociando el contrato multimillonario con Florentino u otro presidente de cualquier club famoso. 

Volviendo a la realidad del partido y después del pitido inicial. Los ánimos, según el trascurso de los acontecimientos, van cambiando de grado o nivel; pues si el equipo del niño empieza ganando; el equipo contrario ni se le acerca al resultado y finalmente se termina ganando, aquí paz y después gloria. Habrá transcurrido todo en un remanso de armonía y alegría, como si cantáramos el Imagine de John Lennon.
Por el contrario si es imposible adelantarse al marcador y el oponente es el que lo hace y además el gol encajado no ha sido lo suficientemente claro, tus amigos en discordia (los padres de los otros jugadores y tú mismo) empezareis una maniobra de acercamiento afectivamente hablando hacia el señor colegiado, al acordarse en reiteradas ocasiones de su madre, poniéndola de mujer de la calle en el mejor de los casos o a él mismo de invertido y de cuantas acepciones haya de esta palabra (a decid verdad en estos eventos deportivos se aprende bastante vocabulario, ideal para toda clase de infantes). Si el desproposito ha sido como consecuencia de un error táctico del entrenador; ¡Amigo mío! ahí es cuando empiezan a brotar, técnicos y entrenadores como setas, cada padre, madre, tía, abuelo que se precie y habiéndose “chupado” una cantidad medianamente aceptable de horas de futbol ya sea en directo o en la televisión (habida cuenta de que ya somos un país con una selección respetable), se sentirán con el derecho adquirido de poner a parir al pobre entrenador, que con seguridad ni cobra por lo que hace, y hasta pone de su bolsillo las bebidas isotónicas.

Durante todo el discurrir del encuentro, en el terreno de juego el chico te ha escuchado berrear como los venados en la Sierra de Cazorla; y poniéndosele una galletita sobre la cabeza, como en los antiguos tebeos, se dice a sí mismo: “pero si casi no habla en casa”.

El partido termina y los ánimos se van calmando siempre y cuando no haya sucedido algún altercado con los aficionados del otro equipo. Generalmente las mamas y la tropa femenina son muy dadas a coger protagonismo en esta fase con máximas como “que patada le han pegado a mi niño, le ha tenido que salir un cardenal” “estos niños parecen más mayores que los nuestros” “mi niño es que no ha comido lo suficiente hoy” o “lo que ha faltado ha sido una aceptable transición entre primera y tercera línea y una buena finalización” y cosas así. 

Cuando ya el jugador sale del vestuario duchado y maqueado y en la mayoría de las veces se le ha pasado ya el cabreo, si es que han perdido, tú le dices, como si no fuera contigo: “¡No pasa nada hombre lo importante es hacer deporte, tú no te enfades!” y tu hijo te mira a la cara y poniendo una expresión como el gato con botas de Shrek, piensa sin decirlo: “Después de lo que habéis liado en la grada me dices eso pedazo de cabrito ( lo he querido suavizar)”, y sentencia también para sus adentros : “si no fuera porque me teneis que traer; el próximo partido os diría que es a otra hora, otro día y en otro campo. A ver si os quedáis todos en casa, viendo joyas sobre ruedas o esta casa es una ruina; lo mismo con menos jaleo nos concentramos mejor y ganamos”. 

Desde luego que con reacciones como esta, a veces, nos hace pensar que los hijos son muy desagradecidos. Con lo que se hace y se sacrifica uno por ellos, ¿Verdad? Ahora eso sí, hay que reconocer que muchos padres y familiares no se saben comportar viendo un partido de sus chiquillo/as (….ya les dije que esta era toda una experiencia mística).

José Cabrera

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