lunes, 16 de diciembre de 2013

COLUMNA DE OPINION:UNA GOTA DE OPTIMISMO



A raíz de mi último artículo publicado en este medio “El parque calcinado” recibí correos y comentarios de amigos y compañeros identificándose con el espíritu crítico del mismo. Algunos  me indicaban que era demasiado suave y otros aprovecharon para hablarme de ejemplos cercanos.

Pensé, al escribirlo, que era demasiado localista pero he comprobado que lo que narré era fácilmente extrapolable a otros lugares, la mayoría de esas opiniones me han llegado desde fuera de Churriana. Una compañera de trabajo me comentó que por la zona de Los Guindos un parque infantil ha sido destrozado dos veces y que ha llegado a pensar que las mismas empresas que los instalan tienen intereses ocultos. Otro de los comentarios venía a decir que ver el parque destrozado es tan habitual, que te vas acostumbrando a ello y casi no le das importancia. Algunos, por el contrario, me han manifestado, más afectados, que no hay que dejar las puertas abiertas al vandalismo, que se debe combatir de algún modo.

He sacado varias conclusiones: Gracias al artículo, he difundido la noticia puesto que había personas que no se habían enterado, aún viviendo en Churriana. He denunciado esa falta de civismo que desafortunadamente se respira en nuestra sociedad, con la que muchos estaban de acuerdo. Y, por último, he conseguido fomentar un interesante debate sobre el tema.

Sin embargo, alguien puso una objeción al escrito, mi hermano. Con la particularidad de ser, él mismo, uno de los cuatro malagueños que aparecía en el artículo como los viajeros de Noruega. Me decía que tenía toda la razón, pero que me había faltado algo de optimismo en la comparación que había hecho con el país nórdico. “Recuerda que Hans -nuestro anfitrión- enfermó ese día y estuvimos buscando una farmacia de guardia por varios pueblos y no encontramos ni una ¿cuándo iba a ocurrir esto en Málaga?” Confirmo su recuerdo.

Unos días después, en la presentación de este periódico, coincidí con mi colega de blog, Guardiola y su esposa. Departiendo con ella le pregunté si su marido era igual en casa que en la vida pública y en sus escritos, me dijo que siempre rebosaba optimismo. Pude comprobarlo.

Se acerca La Navidad, días entrañables y señalados. Fechas en las que, todos los años, hacemos propósito de buenas intenciones. Seguro que intentaremos olvidar esta situación puñetera en la que vivimos. El paro supera el 25 %, los impuestos subiendo, la sanidad se está vaciando lentamente, la educación sufre su enésima reforma. Los políticos, en general, dejan mucho que desear. Llevamos sobre nuestras espaldas un lustro de crisis y, todavía,  no vemos claro el final. El cuerpo me pide protestar, criticar a gritos todo lo que veo alrededor. Sin embargo, hoy, voy a hacer acto de contrición porque, a veces, querer es poder. Hace poco, leí en una entrevista a Víctor del Árbol, un novelista catalán, que reflexionaba: “ Luchamos por lo que queremos, a veces lo conseguimos y a veces no. Pero lo que da sentido a la vida es luchar, no resignarse”.

Por eso, me he propuesto terminar el ejercicio luchando contra el pesimismo con unas líneas de esperanza, siguiendo la idea de mi hermano, de Guardiola o de Víctor del Árbol. Quiero acabar el año con unas gotas de optimismo que puedan contagiar al lector.

Vivimos en un lugar privilegiado donde muchos desearían hacerlo. El clima es idóneo, somos el destino preferido de trabajadores y turistas. En España la escuela es obligatoria  y gratuita hasta los 16; la mayoría de las medicinas aún podemos conseguirlas en la Seguridad Social, aunque sean genéricas; y todavía los hospitales y centros de salud están abiertos para todos.

Ese negro horizonte, puede tornarse en algo esperanzador. Mientras tanto, nos refugiaremos en esos momentos de felicidad que cualquiera de nosotros puede encontrar en una cerveza con sus amigos al sol del otoño compartiendo risas, en un paseo al atardecer a la orilla del mar  viendo la puesta de sol, en un viaje romántico con la pareja a cualquier pueblo andaluz, en una buena cena a la luz de la luna, en un día nublado frente a la chimenea. Momentos para disfrutar, momentos para el optimismo. Busquemos en cualquier resquicio la alegría de vivir. Luchemos por dar sentido a la vida.

Antonio Villalba


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