En una
memorable escena de la película “Una noche en la ópera”, el intrépido Groucho
Marx, a quien convendría clonar para beneficio de la Humanidad, aprovechando
los vestigios de su histriónico ADN, se reúne en un camarote de reducidas
dimensiones con la Señora Claypool, encarnada por Margaret Dumont, buscando
intimidad, y ambos asisten atónitos al ir y venir de catorce personas que
llenan el espacio como los átomos de Demócrito, gracias a su “movimiento
eterno”. Lo cómico se mueve con frenesí, sin resquicio alguno para el no-ser,
dibujando en el aire un espacio inmenso, capaz de dilatar las paredes del
camarote y convertirse en un arma de “construcción masiva”. Y es que, para
Groucho Marx, "no reírse de nada
es de tontos” y “reírse de todo es de estúpidos”. Busquemos, pues, el término
medio aristotélico y seamos virtuosos.
Recientemente, la Presidenta del Círculo
de Empresarios, Mónica Oriol, se ha cubierto nuevamente de gloria con una de
las declaraciones a las que tiene acostumbrada a la ciudadanía, al afirmar que
preferiría contratar a mujeres que no estuviesen en edad fértil, por el riesgo
de que pudieran tener hijos y volverse improductivas. «Si una mujer se queda embarazada y no la puede echar durante los
once años siguientes a tener a su hijo, ¿a quién contratará el empresario?», se pregunta. Animado por el imperio de la
estulticia dominante, a finales de septiembre, el Obispo de Alcalá de Henares,
Juan Antonio Reig Plà, azote de mujeres, gays, lesbianas, transexuales y todo
lo que se menee, ha vuelto recientemente a sorprendernos con su grácil verbo: ha
comparado el Tren de la Libertad, que en febrero se manifestó por
las calles de Madrid contra la reforma de la ley del aborto impulsada por el
exministro Ruiz Gallardón,
con los trenes de Auschwitz, el aséptico campo de concentración que los nazis
regalaron a Polonia con tanto cariño homicida. "Debería llamarse, no el
Tren de la Libertad, sino el tren de la muerte, del holocausto más infame",
dijo entonces monseñor Reig, quien ha vuelto a abrir la boca, hace muy poco,
como las fauces de la ballena que engulleron a Jonás en tiempos muy lejanos, para
denunciar que el Partido Popular está “infectado
por el lobby gay” y es una formación comunista, como todos ustedes saben, de
buena tinta, y que no merece, por ello, los votos de los ciudadanos. Y, para
más abundamiento, me acabo de enterar
que el proyecto de Presupuestos del Estado para 2015, propone menos
subvenciones para la actividad científica y más fondos para I+D militar, al
tiempo que leo la crónica negra de la cutre picaresca que salpica el caso de
las misteriosas tarjetas “opacas” de los Consejeros de Caja Madrid.
Retumban en mi cabeza, nuevamente, las
incisivas palabras de Groucho Marx: "Es mejor permanecer callado y parecer
tonto que hablar y despejar las dudas definitivamente”. Esta es la opción del
“bufón” ilustrado, de alguien que pudiera proclamar a los cuatro vientos, como
el actor del negro bigote pintado, que
"nunca pertenecería a un club que admitiera como socio a alguien
como yo”. Es la consigna epicúrea que nos invita a pasar desapercibidos
mientras podamos, a recorrer los intersticios de la cosa pública con la
flexibilidad de Spiderman para evitar la coprofagia y la astucia de quien tiene
cara de no haber roto un plato en su vida y espera su momento.
Gracias al camarote de los Hermanos Marx, sabemos que el humor nos hace libres,
y que reírnos de todo es de estúpidos.
Rafael Guardiola
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