Los que me siguen asiduamente en esta columna saben de mi afición a la lectura y al deporte. Por tanto no les debe extrañar que esta semana haya asistido a dos charlas relacionadas con esos temas y en lugares diferentes.
Comenzaré cronológicamente para destacar una serie de anécdotas
que me parecieron interesantes en la ponencia impartida por Carlos Pranger en
la Casa Gerald Brenan sobre el escritor inglés por su 125 aniversario.
Churriana tuvo la suerte de acoger a este hispanista durante gran
parte de su vida; sin embargo, en algunos foros, aún no se han enterado de
esto. Ha sido Alhaurín el Grande quién se ha llevado esta fama, casi en
solitario, porque fue allí donde pasó
sus últimos años y donde murió.
Aunque he leído algunas de sus obras, no conocía muchos detalles
de su vida. Las anécdotas sobre él y sus afamados invitados nos tuvieron
entretenidos para saber o recordar algunas de ellas. Como los encuentros con el
Nobel Hemingway en La Cónsula o en su propio hogar con el que intentaba
conversar de literatura, pero el norteamericano tan sólo quería hablar de
toros. Otra anécdota que nos narró el conferenciante, fue cuando “Don Gerardo”
invitó a Sean Connery a su casa. El actor pidió whisky con soda y se lo sirvieron
con casera, descubriendo el escocés rápidamente el engaño.
Pero lo que más me sorprendió fue cuando se mencionó que Gerald
Brenan no fue a la Universidad. A pesar de pertenecer a una familia de nivel
social alto y de tener unos estudios y una cultura contrastados nunca obtuvo
título universitario alguno. La famosa “titulitis” española, a pesar de ser un
hijo adoptivo de nuestro país, no iba con él. Brenan es un ejemplo más de que
no es necesario tener un título para ser alguien. Para nuestros padres y abuelos
una persona con carrera era objeto de admiración y respeto, aunque la realidad
podía ser bien distinta. Lo que está claro es que no es indispensable para
triunfar.
Alguien que triunfó en su terreno, por ejemplo, fue Fernando
Hierro. Y esto me sirve para enlazar con la otra charla a la que asistí el
miércoles pasado. El exfutbolista compartió mesa con el periodista Sergio
Cortés y el entrenador Álvaro Reina para hablar sobre la influencia de internet
y los medios de comunicación en el mundillo deportivo.
El Ayuntamiento de Alhaurín de la Torre organiza desde hace unos
años unas Jornadas sobre Internet y en esta edición han tenido la habilidad de
captar al exinternacional malagueño. Pudimos comprobar que no sólo era bueno
jugando al fútbol, sino que también es una excelente persona, con una paciencia
infinita (estuvo haciéndose fotos con todo el mundo aún sabiendo que se perdía
la eliminatoria de la Champions entre Atlético y Barça) y una lúcida visión de
la realidad. Así, una de las frases que repitió fue que por mucha tecnología
que se disponga en la actualidad, al final hay que tener en cuenta la piel del
jugador, la capacidad que tenga para adaptarse a todas las circunstancias de la
vida, tanto social como deportiva.
Aunque lo que realmente me ha llevado a escribir estas líneas y
compartirlas con ustedes, fueron los comentarios que hicieron mi hijo y mi
sobrino sobre el veleño. Ambos aparecieron en el artículo “El sabor del
triunfo”, así que ya van siendo habituales en mis reseñas. Invité a mi hijo a
acompañarme a la mesa redonda. Respuesta: “En eso estoy pensando yo. En perder
la tarde escuchando a Fernando Hierro”. Cuando se lo comento a mi hermano se me
queda mirando, me sonríe y me dice “Yo le he hecho la misma invitación a tu
sobrino ¿Y sabes qué me ha dicho?” “No
sé” Y me contesta “¿Quién es Fernando Hierro?”
Nos creemos que la vida no pasa, que los años sólo transcurren
para otros. Aquellos jugadores de nuestra quinta ya hace varias temporadas que
no pisan un terreno de juego a nivel profesional, y sin embargo, permanecen en
nuestra retina, en nuestra memoria. Han envejecido junto a nosotros, que
todavía nos sentimos jóvenes. Por eso caemos en el error de pensar que nuestros hijos los conocen y los valoran
con el mismo entusiasmo. A veces, no tenemos conciencia de la crueldad del paso
del tiempo. Sin embargo ahí está, y de vez en cuando, pequeños detalles como la
respuesta de mi hijo y mi sobrino nos lo recuerdan.
Antonio Villalba Moreno
No hay comentarios:
Publicar un comentario