domingo, 23 de febrero de 2014

COLUMNA DE OPINION.LA BELLE NATURE





Haciendo uso de una opinión de mi admirado Addison, el filósofo David Hume afirma, sin necesidad de tocar la gaita ni mostrarnos lo que oculta bajo la falda en un arrebato nacionalista, en connivencia con la próxima consulta sobre la independencia de Escocia, que la buena escritura “consiste en expresar sentimientos que son naturales pero que, al mismo tiempo, no son obvios (…) los sentimientos que son meramente naturales no producen ningún placer en la mente y no merecen nuestra atención (…) nada puede procurar placer a las personas de buen gusto como no sea la naturaleza adornada y perfeccionada por el arte, es decir, la belle nature”.

            Hoy he tenido el privilegio de asistir a uno de esas singulares experiencias, aunque no he reconocido plenamente sus placenteros efectos hasta el momento en que me he sentado a escribir. Esta mañana, el IES Jacaranda de Churriana estaba inundado de molletes de Antequera, regados generosamente con aceite de oliva virgen del campo andaluz, con los que celebrábamos anticipadamente el día de Andalucía, y el ambiente festivo, prólogo de las jornadas de asueto con las que nos obsequia la Administración en la provincia de Málaga, aparecía jalonado por una ristra de risas flojas, propias de la edad del pavo, los gestos nerviosos que anteceden a la liberación de las obligaciones y hasta el llanto desconsolado de aquellos que han reservado para el momento la transgresión de la norma y han sido sorprendidos in fraganti

Aprovechando que mis alumnos y alumnas de Segundo de Bachillerato han partido gozosamente hacia la República Italiana para disfrutar de su viaje fin de estudios y, consiguientemente, me han dejado huérfano unas horas, me he atrincherado en la Sala de Profesorado dispuesto a finalizar tareas pendientes. La rutina se ha roto mágicamente gracias a las declaraciones emocionadas de un joven compañero que se ha reincorporado recientemente a las labores docentes y exhibe, a su pesar, las huellas que la quimioterapia ha dejado en su cabeza. Sus alumnos y alumnas le acababan de regalar un gorro de lana que derrochaba “Humanidad” en el más estricto sentido kantiano. Le acababan de regalar mil y una noches de ilusión, de amor compartido, de la solidaridad que todavía no reina en el siglo XXI (y eso que los sociólogos decían que ya nos tocaba disfrutar de su imperio). Le acababan de regalar un calor tan brillante como “el rayo que no cesa” del poeta Miguel Hernández. Le acababan de regalar un sentimiento natural que no es obvio y que, por ello, nos produce un inmenso placer. No se lo esperaba, no lo había pedido y lo necesitaba.

Rafael Guardiola

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